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S P A A N S  ¡ M E   G U S T A !

PIZARRO EN CAJAMARCA

EL GRAN FRANCISCO PIZARRO

 

Porquero en su juventud, analfabeto casi hasta el fin de sus días e hijo bastardo del hidalgo Gonzalo Pizarro, el que ha pasado a la historia como el conquistador del imperio inca nació en la localidad extremeña de Trujillo en 1479, muy cerca en tiempo y espacio del otro gran personaje de la conquista americana, Hernán Cortés. De hecho, ambos  se llamaban primos y, nuevamente de hecho, ambos se asemejaron en sus métodos expeditivos, lo que solo puede disculpárseles si se piensa que también ellos estuvieron a punto de morir en incontables ocasiones y que en aquella época poco se hablaba de derechos humanos, con reyes en constantes e injustas guerras, ajusticiamientos masivos a cargo de la Iglesia de Roma en Europa, y sacrificios humanos, niños incluidos, al otro lado del Atlántico. Tales atrocidades las conocía bien el joven Francisco, enrolado a los 18 años de edad en los tercios de Italia a las órdenes de Gonzalo Fernández de Cordoba. Baja su mando desembarco en Messina y participó en las batallas de Laino y Atella, llegando incluso a salvar la vida del intendente del Gran Capitán, Nicomedes González de Pastrana.

Los Andes. Los hombres de Pizarro sufrieron toda clase de penalidades para conseguir cruzar la imponente cordillera.Por tanto valor, Pizarro fue elogiado en varias ocasiones por sus superiores hasta que, harto de tanto guerrear y poco ascender, decidió embarcarse rumbo al Nuevo Mundo en 1502. Quienes de aquellas tierras llegaban, hablaban de inmensas riquezas dispuestas a ser recogidas por hombres valerosos, de valles interminables y ciudades tan lujosamente engalanadas, que ni las mismas capitales del Gran Turco podían rivalizar en opulencia y belleza. Y de todas esas historias, la que más cautivó su ánimo fue la escuchada en boca del vasco Pascual de Andagoya, hablando sobre unas tierras habitadas por indios vestidos de oro, adoradores de un Sol gigantesco y que moraban en ciudades construidas en ese mismo metal. Era 1524 y, aunque Pizarro contase ya con 46 años de edad, su carácter indómito y aventurero le llevo a contactar con su antiguo socio en el negocio de los cerdos, Diego de Almagro, y con el clérigo Hernando de Luque, hombre letrado en !eyes, culto, honrado y valiente como el que más. Juntos se conjuraron para comprobar la veracidad de tales historias, organizando tres viajes en dirección al sur levante.

En el primero, en ese 1524, fueron tantas las penurias sufridas, que como muestra basta decir que a una bahía que descubrieron la bautizaron como la del hambre; en el segundo, dos años más tarde, las miserias fueron aún mayores y sólo dos navíos enviados desde Panamá en su rescate les evitaron morir de inanición y frio.

 

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